Claros los pasajes entre las rejas,
pero la oscuridad reina en ellas.
Un suelo de cemento liso,
sin piedras que patear.
Aquí ni corre el viento,
ni huye el sol,
siempre igual el pasillo,
siempre las mismas rejas,
siempre el oxido en ellas.
De la oscuridad salen mil ladridos,
que entran como mil balas en mis oídos
estos perros y estas perras
sorprenden a cualquiera
con la inercia de sus alaridos.
Estos animales ya olvidaron
por qué, para qué y para quién ladrar
esto no es más que una perrera
donde todos, perros y perras
hacen fila para entrar.